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Se la podría considerar como el corazón de la ciudad, su centro neurálgico. Sus casi 14.000 m² han sido un punto clave a lo largo de la historia pamplonesa. Su nombre proviene del castillo que estaba situado en su parte oriental, en la zona de la bajada de Javier, construido por Luis Hutín en 1310 y que tomó la plaza como patio de armas. Durante la edad media sirvió de tierra de nadie en los momentos difíciles entre los tres burgos; además de su función militar, fue mercado en 1324 y, en el siglo XIV, se utilizó para sembrar hierbas y trigo.
Luego se convirtió en un descampado, hasta que en el siglo XVII se fue incorporando a la vida urbana de la ciudad. Hasta mediados de siglo no se empezaron a instalar viviendas y lo hicieron con dificultad, debido a la falta de tradición urbana del lugar. Su proceso de construcción se prolongó hasta el siglo XVIII.
La plaza se configuró pronto como un espacio de ocio y espectáculos ideal. Desde 1405 acogió las celebraciones y justas que festejaban las efemérides monárquicas o los patronos de la ciudad. Además, desde 1385 hasta 1844 (año de construcción de una plaza de toros estable) fue aquí donde se desarrollaron prácticamente todas las corridas de toros. La primera construcción, en torno a 1612, obedece a este contexto, ya que fue la casa del toril, que hoy coincidiría con el nº 37 que da sobre el lado occidental. Más tarde, en el siglo XIX, justas y toros dieron paso a los cafés, manteniendo su función social que, junto con otros servicios, mantiene hasta nuestros días.
El kiosco del centro, de 1943, sustituyó a otro de madera de 1910, que a su vez se instaló en lugar de la fuente dieciochesca de la Beneficencia de Luis Paret. Su estatua principal, la Mariblanca, está hoy en los jardines de la Taconera.
Los recientes trabajos de excavación motivados por la construcción de un aparcamiento y la reurbanización de la plaza han sacado a la luz restos arqueológicos de diferentes periodos. Se ha recuperado un fragmento de un mosaico romano, se han encontrado un centenar de inhumaciones de una necrópolis musulmana y se han hallado restos del convento medieval de Santiago, con más de medio centenar de sepulturas. Además, parte del tramo oriental de la primera muralla de la población de San Nicolás quedó integrada en el aparcamiento.
LA PLAZA DEL CASTILLO Y HEMINGWAY
La plaza del Castillo es el corazón de Pamplona. El punto a través del cual se canaliza toda la vida de la ciudad. Es el primer lugar de la ciudad que conoció Ernest Hemingway cuando llegó junto con su mujer Hadley Richardson el 6 de julio de 1923. Hemingway hizo de la plaza su lugar indispensable de la ciudad.
En la plaza se encuentra el Café Iruña, histórico bar y punto de reunión de los protagonistas de ‘The Sun Also Rises/Fiesta’. Cerca está el centenario Hotel La Perla y, justo enfrente, el edificio que albergaba al desaparecido Hotel Quintana y, a su lado, el bar Txoko. Los protagonistas de la novela de Hemingway también pasean sus cuerpos por la plaza por los ya desaparecidos Café Suizo (número 37) y bar Torino, Milano en la novela (número 3), y el propio escritor americano disfrutó en 1953 de otro café ya desaparecido: el Kutz (entre el pasaje de la Jacoba y el Café Iruña).
Los protagonistas de ‘The Sun Also Rises/Fiesta’ llegan en coche a Pamplona a “la gran plaza… Hacía calor en la plaza y estaban verdes los árboles, y las banderas colgaban lacias de las astas, y fue grato salir al sol e introducirse en la sombra de los soportales que recorren la plaza por sus cuatro costados”.
Hemingway disfrutó en la plaza del Castillo, que también la conoció con los nombres de la Constitución y de la República, del lanzamiento de los cohetes que indicaban el inicio de las fiestas de San Fermín (el Chupinazo desde el Ayuntamiento comenzó a lanzarse en 1939) e incluso se apenó en 1931 al comprobar que habían movido el Teatro Gayarre de ubicación y ya no cerraba la plaza.
Desde la plaza del Castillo Hemingway y su grupo de amigos y amigas tomaron el autobús que le llevó a Auritz-Burguete (reflejado en ‘The Sun Also Rises’). Durante el viaje hicieron amistad con los paisanos. En la novela Bill Gordon, amigo del protagonista, no duda en decir: “Estos vascos son gente maravillosa”.
(Fuente: pamplona.es
Fotografías propias de Planeta Pamplona)
Fotografías propias de Planeta Pamplona)
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