Hoy es San Fermín, el día de nuestro patrón. Bueno, el copatrono de Navarra, que el patrón de Pamplona es San Saturnino, pero a estas alturas, no vamos a ponernos tiquismiquis y, además, la cabeza y el cuerpo no nos va a permitir, después de la juerga de ayer, ponernos a hacer pedagogía. Si queréis más información sobre el tema, solo tenéis que leeros EL SECUESTRO DE SAN FERMÍN, donde os explicamos todos estos detalles.
En realidad fue un día de juerga, pero también de momenticos… Porque ese momento del txupinazo… pone los pelos de punta. Maravilloso. Y cada año, único. Ayer también era un aniversario importante, porque hacía 100 años de la primera vez que salió el Riau Riau en Pamplona y, claro, había que ir a la salida, a las 6 de la tarde, en la misma puerta del Ayuntamiento de Pamplona a celebrarlo.
El caso es que hoy es, por fin, San Fermín. Y lo celebraremos como se merece. Poniéndonos guapos. Celebrando esa comida que hacemos todos los años y que siempre me recuerda a mi abuela, y lo contenta que estaba de poder celebrar las fiestas en el centro de Pamplona. Comiendo el ajoarriero de mi madre. Y magras con tomate, como manda la tradición y cruzando los dedos para no echarnos un enorme lamparón rojo en nuestra camisa blanca (ayer ya lo hice, así que espero que hoy no toque). Tomando para el vermú un sorbete en el Gazteluleku y, sobre todo, emocionándonos al ver pasar por la puerta del portal de nuestra casa al santo morenico al son de la Pamplonesa. Y emocionarnos escuchándoles tocar El asombro de Damasco.
Sinceramente, creo que no se puede ser más feliz.
Porque Pampilón, Siria y Saira consiguieron, una vez más, que San Fermín saliera por las calles de Pamplona a recordarnos que nuestra ciudad es diferente. Al menos, durante estos nueve días en los que somos, sin exagerar, el epicentro del mundo.